Este año tengo el gran desafío (y fortuna) de tomar un nuevo grupo de estudiantes. Muchachos que escogieron la carrera de Publicidad como la profesión que los acompañará (ojalá) el resto sus vidas.
Y más allá de un programa educativo, una planificación de contenidos, los casos de estudio, los ejemplos de buenas y malas implementaciones conceptuales/creativas que vemos día a día, mi gran duda es ¿qué más les enseño?
Muchas veces, y sobre todo con estas nuevas generaciones, las complicaciones o desafíos académicos/docentes, no van por el lado del contenido educativo. Va por los aprendizajes que no están en ninguna malla curricular. Y me refiero al manejo de responsabilidades, de emociones, de frustraciones, de respeto, de protocolos, de valores, de humildad, de honestidad y un largo etc, que ocurran dentro de la sala.
Para ser sincero, prefiero mil veces que se confundan entre el concepto central comunicacional y el creativo, antes de que se insulten entre ellos. Prefiero que les cueste entender desde dónde se rescatan los insights, antes de ver actos homofóbicos, por ejemplo.
Hasta ahora son muy pocas las veces que me ha tocado vivir algo extra académico, pero aún así, la preocupación siempre está.
"Esto no sirve de nada, es una estupidez..." Me dijo un estudiante respecto a un ejercicio de redacción que hicimos. Sinceramente, en ese momento me sentí más afligido que agredido, porque soy una persona tremendamente entregada por mis estudiantes y selectiva con lo que enseño, sentí que era injusto tal juicio. Y fue incómodo más aún cuando se generó un silencio sepulcral tanto en la sala, como dentro de mí.
A la semana siguiente, el mismo estudiante, me pidió disculpas por su falta, me contó lo que le pasaba (sí, había algo de por medio) y me regaló un libro que hasta el día de hoy atesoro con mucho cariño, y no sólo porque ame los libros, sino por que ese en especial, es simbólicamente un gesto lleno de valores.
No creo ser el único "profe" que tenga esta inquietud o este tipo de problemas en aula. Y siento que muy pocas instituciones se hacen cargo de manera eficiente de esto. Son muy pocas las que dan un paso más allá de enviarnos por mail un PDF que trae como título "Manejo de Crisis en el aula". –¿En serio? ¿Otra guía?–
Por lo demás, si me envían contenido para "manejar la crisis" que se den en un entorno educativo, ¿a los estudiantes se les envía contenido para prevenir y/o combatir sus crisis? Pregunté, y no, no hay registro alguno de eso.
Las casas de estudios tienen el gran desafío de potenciar las habilidades blandas de cada uno de sus estudiantes.
Por ejemplo. Con tanta ventana entre ramo y ramo, ¿por qué no aprovechar la oportunidad de entregar buenas herramientas para potenciar la expresión oral y escrita? Sí, escrita. Escribir no es sólo dominar la ortografía, también es saber expresar una idea de manera prudente y respetuosa.
¿Por qué no generar acciones donde el estudiante que siente que tiene grandes problemas con el manejo de frustraciones, se capacite constantemente y sólo "liberarlo" cuando éste esté académicamente capacitado?
Ya no es suficiente con un taller que duró 2 horas y donde fueron 3 personas (un aplauso para ellos/as), hay que llegar más allá como institución para dejar de decir "al menos lo intentamos pero ellos no quisieron".
Las casas de estudios, las facultades y carreras deben formar profesionales o técnicos competentes para los desafíos en la industria, ¡obvio!, pero también deben potenciar personas que dentro y afuera del establecimiento proyecten educación, valores, responsabilidad, manejo de situaciones críticas, valentía. Porque quizás un empleador, hoy no contrataría a alguien que viene de la misma escuela o casa de estudio de la persona que tuvo que despedir hace una semana porque era acosador/a, altanero/a, soberbio/a y falta de respeto. Y además, no podemos estar culpando siempre al hogar o su entorno social.
Por otro lado las empresas necesitan personas que, además de ser buenos en su cargo, aporten al buen clima laboral, que compartan sus conocimientos, que sean amables, que vibren con la sana competencia, que quieran crecer, que sean pensantes y reflexivos y que claramente no le tenga miedo a los desconocidos desafíos que tenga por delante. Incluso, crecer como persona.
Está más que claro que ser profesor (sobre todo para los de verdad, esos que estudiaron años una pedagogía), también es ser tutor de vida en muchos casos, pero ¿es suficiente con un par de conversaciones de pasillos con los estudiantes que están caminando sobre vidrio molido?
Qué lindo y evolutivo sería ver una malla curricular donde, como ramo o asignatura, este incluida "La humildad como la gran herramienta profesional".
*Les dejo el link de una interesantísima columna llamada: Humildad y talento: ¡Date visibilidad sin miedo!
Personalmente, me moriría de vergüenza si un ex alumno mío, fuera acusado, investigado y declarado como culpable por acoso sexual a una de sus compañeras de trabajo. Si bien, está absurdamente lejos de ser mi responsabilidad, sentiría que en cierto modo, algo no hice bien.
P.S: Más verguenza me daría que la agencia/empresa, no lo desvinculara inmediatamente y todo, quedara en un simple "¿No más ya?".
Saludos.
Nicolás Landauro Constanzo.
Y más allá de un programa educativo, una planificación de contenidos, los casos de estudio, los ejemplos de buenas y malas implementaciones conceptuales/creativas que vemos día a día, mi gran duda es ¿qué más les enseño?
Muchas veces, y sobre todo con estas nuevas generaciones, las complicaciones o desafíos académicos/docentes, no van por el lado del contenido educativo. Va por los aprendizajes que no están en ninguna malla curricular. Y me refiero al manejo de responsabilidades, de emociones, de frustraciones, de respeto, de protocolos, de valores, de humildad, de honestidad y un largo etc, que ocurran dentro de la sala.
Para ser sincero, prefiero mil veces que se confundan entre el concepto central comunicacional y el creativo, antes de que se insulten entre ellos. Prefiero que les cueste entender desde dónde se rescatan los insights, antes de ver actos homofóbicos, por ejemplo.
Hasta ahora son muy pocas las veces que me ha tocado vivir algo extra académico, pero aún así, la preocupación siempre está.
"Esto no sirve de nada, es una estupidez..." Me dijo un estudiante respecto a un ejercicio de redacción que hicimos. Sinceramente, en ese momento me sentí más afligido que agredido, porque soy una persona tremendamente entregada por mis estudiantes y selectiva con lo que enseño, sentí que era injusto tal juicio. Y fue incómodo más aún cuando se generó un silencio sepulcral tanto en la sala, como dentro de mí.
A la semana siguiente, el mismo estudiante, me pidió disculpas por su falta, me contó lo que le pasaba (sí, había algo de por medio) y me regaló un libro que hasta el día de hoy atesoro con mucho cariño, y no sólo porque ame los libros, sino por que ese en especial, es simbólicamente un gesto lleno de valores.
No creo ser el único "profe" que tenga esta inquietud o este tipo de problemas en aula. Y siento que muy pocas instituciones se hacen cargo de manera eficiente de esto. Son muy pocas las que dan un paso más allá de enviarnos por mail un PDF que trae como título "Manejo de Crisis en el aula". –¿En serio? ¿Otra guía?–
Por lo demás, si me envían contenido para "manejar la crisis" que se den en un entorno educativo, ¿a los estudiantes se les envía contenido para prevenir y/o combatir sus crisis? Pregunté, y no, no hay registro alguno de eso.
Las casas de estudios tienen el gran desafío de potenciar las habilidades blandas de cada uno de sus estudiantes.
Por ejemplo. Con tanta ventana entre ramo y ramo, ¿por qué no aprovechar la oportunidad de entregar buenas herramientas para potenciar la expresión oral y escrita? Sí, escrita. Escribir no es sólo dominar la ortografía, también es saber expresar una idea de manera prudente y respetuosa.
¿Por qué no generar acciones donde el estudiante que siente que tiene grandes problemas con el manejo de frustraciones, se capacite constantemente y sólo "liberarlo" cuando éste esté académicamente capacitado?
Ya no es suficiente con un taller que duró 2 horas y donde fueron 3 personas (un aplauso para ellos/as), hay que llegar más allá como institución para dejar de decir "al menos lo intentamos pero ellos no quisieron".
Las casas de estudios, las facultades y carreras deben formar profesionales o técnicos competentes para los desafíos en la industria, ¡obvio!, pero también deben potenciar personas que dentro y afuera del establecimiento proyecten educación, valores, responsabilidad, manejo de situaciones críticas, valentía. Porque quizás un empleador, hoy no contrataría a alguien que viene de la misma escuela o casa de estudio de la persona que tuvo que despedir hace una semana porque era acosador/a, altanero/a, soberbio/a y falta de respeto. Y además, no podemos estar culpando siempre al hogar o su entorno social.
Por otro lado las empresas necesitan personas que, además de ser buenos en su cargo, aporten al buen clima laboral, que compartan sus conocimientos, que sean amables, que vibren con la sana competencia, que quieran crecer, que sean pensantes y reflexivos y que claramente no le tenga miedo a los desconocidos desafíos que tenga por delante. Incluso, crecer como persona.
Está más que claro que ser profesor (sobre todo para los de verdad, esos que estudiaron años una pedagogía), también es ser tutor de vida en muchos casos, pero ¿es suficiente con un par de conversaciones de pasillos con los estudiantes que están caminando sobre vidrio molido?
Qué lindo y evolutivo sería ver una malla curricular donde, como ramo o asignatura, este incluida "La humildad como la gran herramienta profesional".
*Les dejo el link de una interesantísima columna llamada: Humildad y talento: ¡Date visibilidad sin miedo!
Personalmente, me moriría de vergüenza si un ex alumno mío, fuera acusado, investigado y declarado como culpable por acoso sexual a una de sus compañeras de trabajo. Si bien, está absurdamente lejos de ser mi responsabilidad, sentiría que en cierto modo, algo no hice bien.
P.S: Más verguenza me daría que la agencia/empresa, no lo desvinculara inmediatamente y todo, quedara en un simple "¿No más ya?".
Saludos.
Nicolás Landauro Constanzo.