Un vino, el error y la creatividad

El indestructible poder del hacer bien las cosas. Ser prolijo y cuidadoso, ser ordenado y colaborativo. Juntas o separadas, son armas mortíferas para desarrollarnos competentemente en estas, las industrias creativas.

Pero antes de eso, antes de hacerle check a todo ese hermoso listado, alzo las honorables banderas de la carabela llamada “El error”.

“Algunos se equivocan por temor a equivocarse…” leí en una vez en gráfica tributo a Gotthold Ephraim Lessing (Dramaturgo alemán).

Creo en el error como parte de nuestro desarrollo personal, emocional, espiritual y profesional. Y por lo que veo, leo y escucho, muchos estamos de acuerdo con ello, o al menos ya estamos dándole ricos tanques de oxígeno a la paciencia respecto a esto.

El error de esta nueva década, nace porque hoy por hoy, las cosas son más cambiantes de lo que queremos y necesitamos. Todo está cambiando, y ya sin ser exagerado, quizás mañana pase algo y nuevamente nos veamos obligados a aprender y a equivocarnos.

Errores en la creatividad
Las tecnologías, el gusto personal, el estado de ánimo, la opinión, los medios, las redes sociales, el lenguaje, las herramientas para crear contenido, hasta la forma de peinarnos cambia de un día a otro. El que no cambia (dicen) o no se adapta a lo nuevo, siempre irá un paso atrás y esto obvio, daña.

Ahora. Si ya la sociedad, las organizaciones y los mismos clientes han formado un pequeño criterio respecto al concepto “errar”, e incluso, me atrevo a decir que han ampliado el margen piedad con éste, debido a los acelerados y constantes cambios que ni ellos mismos dominan, la pregunta es, ¿qué tan preparados estamos nosotros para aceptar nuestros propios errores?

Siento que estamos teniendo una suerte de paz mental aceptando el error del otro. Con frases “a cualquiera le puede pasar, tranquilo”. Pero ¿qué pasa cuando somos nosotros los del error? ¿Por qué nos cuesta tanto “automedicarnos” con frases que le regalamos a diario a otros? Esa es la variable que me preocupa hoy en equipos de trabajo, ya sea en agencia o empresa.

Nos convertimos en verdaderos expertos en dar consejos para disminuir el impacto de un error ajeno. Incluso, somos capaces de ponernos una armadura de hierro y salir a batallar contra la injusticia en caso de existir un castigo por aquel bendito error ajeno.

Pero cuando el error es nuestro, nuestra alma, nuestro corazón, nuestra autoestima son las nuevas versiones de las escenas más desoladoras de El Pianista.

Amigos, la gran idea mucha veces nace de un error. La creatividad, el ingenio, el desarrollo y por sobre todo la eficacia como resultado, son lindas consecuencias de los errores continuos.

“He fallado una y otra vez, por eso he conseguido el éxito”, nos dice el mejor basquetbolista de la historia, Michael Jordan.

Disculpen lo reiterativo, pero creo en el error como parte de nuestra vida y crecimiento profesional. Pero creo más en el poder de la mente y de poder asumir que si alguien de “afuera” es flexible con la equivocación, nosotros debemos ser los primeros en perdonarnos, levantarnos y motivarnos en seguir con nuestras vidas.

Cristóbal Colón calculó mal la distancia entre Europa y Asia y descubrió un nuevo continente. Démosle la bienvenida a la serendipia.

¡Saludos!

Nicolás Landauro Constanzo.