Disco Duro

Siento que la creatividad y su ejecución quirúrgica es como un deporte de alto rendimiento. Sí, se debe trabajar todos los días y con ritmos pertinentes a la “musculatura” que deseamos. Se debe trabajar o potenciar la concentración, el liderazgo y carisma en momentos de crisis grupal, el temple en caos conceptuales/emocionales (salud mental ante todo) y mucho más.

Hay que saber dosificar cuando no quedan piernas y lo más importante, al menos para mí, como en cualquier tipo de deporte, también hay que saber triunfar con honor y levantarse en cada derrota. La creatividad es un deporte duro y por lo mismo requiere descanso.

El cerebro nunca había recibido tanta información, la cantidad de estímulos que percibe minuto a minuto es insolente y agresiva. “El cerebro funciona como un disco duro…” dicen algunos. Puede ser, no sé, porque al computador en teoría entra lo que nosotros queremos.

En el computador o cualquier sistema robótico o tecnológico podemos borrar archivos y tiene un antivirus que evita que entren elementos no deseados (o al menos te advierte que hay que tener cuidado con algunos), pero el cerebro no tiene esas bondades… ¿Cuántas veces hemos dicho “No quería ver eso”? y nunca más olvidamos ese bendito momento.

Con lo que sí concuerdo, es que tanto el computador como el cerebro deben ser apagados para que reposen de su arduo trabajo diario. Aun así, y a diferencia de la máquina, el cerebro sigue funcionando, de manera inconsciente creamos historias y lo convertimos en sueños o pesadillas.

Es muy común en los que vivimos de industrias creativas, que mientras dormimos soñamos algo que tiene que ver con ideas. Nos despertamos, las anotamos y volvemos a dormir como si nada. La libreta en el velador puede salvar una jornada abrumadora de inspiración.

Entonces la pregunta es: ¿Cómo podemos hacer que el cerebro descanse?

Comencé a darle un “reposo” a mi flujo de información, con otro flujo de ideas igual o más fuerte. Pero esta vez, es con otro tipo de contenido, material que no siempre tiene relación con la creatividad publicitaria. Me volví un fanático de la vida y de lo que tengo a mano.

Esa vida que regala momentos, historias, pensamientos y escritos. El contenido recogido fuera de agencia es enorme. Es experiencia, conocimiento y éstas cuando se juntan, regalan toneladas de sabiduría.

Veo y disfruto de todo; partiendo por un simple juego de muñecas con mi hija, tendencias de arquitectura, cursos online, música, podcast, melancolía, moda, cafeterías, viajes, deporte, Instagram, risas, etc. Mucho estímulo sensorial que me sirve para jugar y prepararme para cuando tenga que hacer algo relacionado con alguna campaña.

Estoy haciendo descansar mi cerebro, pero sin dejar de trabajar, sin dejar de adquirir conocimiento, sólo estoy haciendo entrar ideas e insights que el día de mañana combatan fuego contra fuego con lo que entró sin pedir permiso a mi cabeza.

Este break que le doy a mi cerebro es diario y muy continuo dentro de la jornada. No hay presión, no hay obligaciones, no hay timming, no hay brief. ¡Sencillamente hermoso!

Jamás en mi vida he logrado desarrollar algo interesante diciendo “me voy a sentar a pensar”. Y cuando lo he hecho, es un rotundo fracaso. Es más, este artículo lo escribí a ratos y demorándome mucho, revisándolo una y otra vez.

La gran idea siempre sale cuando me desconecto de lo que estoy haciendo en ese momento; cuando voy caminando, en el bus, escuchando música, cuando veo series, cursos online o cuando en mis audífonos suena desde Metallica, Bad Bunny hasta el gran Julio Jaramillo. La gran idea muchas veces es un chispazo que llega sin avisar, es un encuentro casual y romántico, por eso cuesta tanto repetirla. Pero entendí que, mientras a más momentos de desconexión me exponga, mayor es la posibilidad de que se me prenda la ampolleta.

Como creativo, tengo un gran desafío que aceptar, y es que no soy un artista. No soy un escultor italiano, no soy un arquitecto inglés. No soy Alejandro Aravena, Leandro Raposo, Martin Scorsese, menos un David Droga. Creativos de raza brava, virtuosos desde la cuna. Soy “Nico” como me dicen mis amigos y colegas, un publicista que sigue y sigue buscando fórmulas perfectas para un día estar 100% satisfecho con mi rendimiento en cancha.

Todo lo que digo lo protejo con frases y experiencias de amigos, todo esto son memorias de conversaciones con colegas, amigos y profesionales que admiro enormemente. Y esa quizás es mi gran virtud, yo no tengo miedo a escuchar al que es mejor que yo, aprendo mucho y por lo mismo me expongo a ellos. Me gusta mucho escuchar a viejos zorros de la vida. ¡Hay vida creativa más allá de la agencia!

La creatividad no es sólo crear cosas, también es saber escuchar e interpretar otras visiones, aunque muchas veces no compartas la opinión.

No soy el Dalai Lama tampoco como para poner en blanco mi mente, y esto fue lo primero que acepté. Si no puedo eliminar ese atochamiento de cosas en mi cabeza, debo combatirlo, con la misma arma, pero de otro calibre.

John Steinbeck (escritor estadounidense) dijo: “El arte del descanso, es una parte del arte de trabajar”.

Saludos.

Nicolás Landauro Constanzo.